No hay dudas que el coronavirus cambió al mundo, por lo menos con los conceptos que lo
conocíamos. Nada es igual que antes que empezará el aislamiento global y deseamos que nada
sea lo mismo cuando termine. Porque desde la concepción mínima de los hogares hasta la relación
de los países, las relaciones cambiaron.
Por supuesto que no sólo se trata de ver los vecinos que rompían la cuarentena y cómo afectaba al
vecindario, sino que los gobiernos que no supieron separar las aguas ante este enemigo invisible y
dejaron salir pasiones más personales que inteligentes. Traigo a colación el enfrentamiento entre
los presidentes (Alberto) Fernández y (Sebastián) Piñera con pedido de disculpas posteriores del
argentino. O los más fuertes entre China y Estados Unidos. Y los etcéteras podrían continuar
indefinidamente.
Lo que hay que ver, elevándonos de todo desencuentro doméstico, es el verdadero objetivo que
tenemos los habitantes de este planeta. Porque si sabemos (y escribimos) que el aire ahora es más
puro, que los animales (¿salvajes?) retoman espacios perdidos, que la capa de ozono se recupera y
otros tantos ejemplos, es el momento de sostener que los humanos, más allá de superar al Covid
19, tenemos que aprovechar esta valiosa oportunidad de aprender, de ser mejores usuarios de
este mundo. Porque si no, serán en vano los miles de muertos, además de las sufrientes
economías y los avatares que nos ha traído esta pandemia.
Seamos inteligentes. Antes se hablaba de la economía global que todo lo alcanzaba. Ahora
deberíamos enfocarnos en la humanidad global que, más allá de las fronteras que separan países,
la podamos convertir en puentes que nos unen, no para superar el Covid 19 y otras pandemias
que vengan, sino para prevalecer sobre nosotros mismos, estos “egoístas” humanos que creíamos
que podíamos hacer lo que quisiéramos con la naturaleza. Ésta nos está pasando una factura de
una dimensión tan grande, que nos indica desde cuándo venimos jugando con el planeta. Es
tiempo de ver enorme oportunidad que se nos presenta: aprovechar las pérdidas es de sabios.